Hace unas semanas tuvimos la oportunidad de presentar Mexicanos de Bronce en este Festival de Cine Documental en Querétaro. DOQUMENTA cumple su quinta edición, es un festival pequeño, no tiene calles repletas de personalidades de la industria, pronto pierdes la esperanza de cerrar la venta de tu película en una fiesta, bar o café. Como competidor, no eres tratado como a una celebridad yendo de una fiesta a otra, de una entrevista a la siguiente... No obstante, cumple una función primordial para el cine documental: llevarlo a quien no lo está buscando y puede sorprenderse al descubrirlo.
Al llegar al centro de Querétaro, imaginábamos un bullicio más o menos similar al de Morelia o Los Cabos, en cambio no parecía haber un festival de cine en la ciudad. Incluso, pocos minutos antes de iniciar la proyección de nuestra película, el lobby del Cineteatro Rosalío Solano estaba desierto; algunos voluntarios invitaban a la gente que paseaba en los alrededores a ver "un documental muy interesante"; alguno dijo "me siento como antes de una tocada de mi primera banda", reíamos realmente divertidos con los vaivenes de la película en los festivales. Pocos minutos antes de la proyección, varios grupos de personas comenzaban a cruzar el umbral del inmueble, algunos iban armados de cafés para defenderse de la fría noche de Querétaro. En pocos minutos la sala estaba llena, nos sonreímos unos a otros y tomamos nuestros asientos con el estómago lleno de ese extraño nerviosismo de mostrar a un grupo de extraños una pieza que ha consumido seis años de tu vida. Durante la proyección notamos a gente que sollozaba, que reía, que se enfadaba, creíamos que tal vez algunos comenzarían a abandonar la sala. Al terminar, pasamos al frente para la sesión de preguntas y respuestas, los tres llevábamos los ojos enrojecidos como cada vez que vemos la película, nos abrazamos, y miramos hacia el público, todos se habían quedado hasta el final. Los micrófonos comenzaron a ir de un lado a otro de la sala, algunas personas sonaban realmente intrigadas por las historias de los personajes, otras molestas, decepcionadas por las acciones de uno u otro protagonista. Hablaban de personas reales que les habían contado sus vidas, no de una película que les salió al paso una noche de martes. Después de cerca de una hora de conversar con una sala llena de interrogantes sobre esta historia de la que ya habían comenzado a formar parte, nos fuimos, no a una fiesta patrocinada por una arca de mezcal, ropa, cerveza o lo que sea, sino a algún modesto bar a escuchar a amigos lejanos que no podían dejar de reprochar o exaltar algunos aspectos de la historia de Bullet, Hones y Rocky, la historia que de la misma manera marcó nuestra mirada desde el momento en que cruzamos las primeras palabras con ellos en el Reclusorio Oriente, hace cerca de siete años. |
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Noviembre 2017
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